jueves, 11 de agosto de 2011

La totalidad del instante

La totalidad del instante por miyo
El agua es hidrógeno y oxígeno unidos de una cierta manera. Separados no hay agua. Pues lo mismo pasa con la luz y la oscuridad que son las que crean la dualidad. Por separado no son nada, y sin embargo cada persona se empeña en juzgar y separar esto como luz y aquello como oscuridad. Hemos de comprender que cuando ya no juzgamos algo como bueno o malo, luminoso u oscuro, y reconocemos ambos lados como parte de la totalidad de este instante, la experiencia individual, hemos alcanzado el centro de la conciencia que necesitamos en esta etapa de ascensión planetaria.
La humanidad entera es un solo individuo con miles de millones de caras diferentes, una unidad consciente experimentando a través de tantos cuerpos. Y ¿qué experimenta? Desde la luz más intensa hasta la oscuridad más cerrada. Tanto la luz como la oscuridad necesitan del otro lado para poder existir. Vivimos la experiencia de ambos mezclados en diferentes intensidades. Volvemos a lo mismo: tanto dios como el demonio sirven a la misma fuente del espíritu.
Sin juicio y asumiendo que los extremos derivan de un mismo centro y que son iguales en esencia (ni uno tan bueno, ni otro tan malo), alcanzamos la posibilidad de sanar nuestro cuerpo e incluso el planeta de manera directa. Para entrar en la quinta dimensión hay que suspender el juicio y aceptar que luz y oscuridad son lo mismo, uno, este es el origen verdadero de la compasión. Todo ser humano está inmerso en estas dos fuerzas y elige voluntaria y libremente un camino para pasar a través de ellas y aprender la lección que le muestran. Y cada camino, bien como mal, es idéntico a otro camino, ninguno vale nada en sí mismo, salvo como parte de la enseñanza humana. En la vida sólo cuenta el cuerpo luminoso brillando en el ser, mientras avanza a su gusto por los escalones de la luz y la oscuridad y se mete en mil problemas y experiencias, hasta desenchufar el chip de la dualidad y de las creencias moralizantes. Nada salva nada condena, lo importante es vivir íntegramente sin elección, afrontando las lecciones de la existencia en el puro presente y sin elección

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